mercredi 4 juin 2008
Ramiro Oviedo (Ecuador, 1952)
Doctorado, Universidad de Toulouse Le Mirail, 1992. Director del Departamento de Estudios Hispánicos e Hispano-Americanos de l'Université du Littoral. Profesor de Literatura Hispanoamericana.
Obras publicadas: Serpencicleta (poesia), 1995, Ed. Eskéletra., Quito. Esquitofrenia (poesia), 2000, Ed. Eskéletra, Quito., Hiéroglyphe 1997 ; semaine saint 1998, Fanesca 1999, La nature se méfie de la vitesse ; Les Poèmes du Colonel (Prix des Trouvères 2002, et Georges Sernet 2004).
Oviedo figura en la antología de poesía "Eskéletra Toros en el corazón" (1999), y en la antología de cuento "En busca del cuento perdido"(1997).
Colabora regularmente con la revista Ecrits du Nord (Béthune).
Oviedo organiza también los "Rencontres internationales de poésie à Boulogne sur Mer". Una vez al año, poetas españoles, hispano-americanos y franceses se encuentran con los estudiantes de l'Université du Littoral Côte d'Opale.
El hombre tragado por la lluvia
Un nubarrón se había colgado sobre Macondo.
El cielo se agitaba como diablo en botella.
El viento mostraba sus dientes de perro.
Entonces
Sentí aterrizar en mi nariz una gotita de terciopelo.
Luego flotaron en mi sombrero dos o tres pasos de bailarina,
Que remataron mis hombros con un besuqueo de agua.
Para torear la lluvia entré a la cantina de Catarino
Desde ahí pude ver a Isabel mirando detrás de la ventana.
El último rayo de sol iluminaba el mantel de la mesa
Mientras la sombra de un hombre penetraba en la lluvia .
Ya éramos dos los espectadores.
Veíamos las huellas.
De sus pasos de lobo.
Su corazón de tambor
Sus ojos de candela.
Con una alegre ignorancia iba entrando en una selva de agua,
En una lluvia podrida por la bruma
Mientras las nubes se arranchaban las tripas.
Y entonces, Dios se puso a mear parado.
Llovía arañas.
Llovía diesel
Llovía nudos y uñas
Llovía mariposas negras
Los aretes de todas las vírgenes llovía.
El hombre
Quería asirse de un retazo de aire
Cortar la lluvia con sus manos ciegas
Pero llovía jeringuillas.
Tropezando con esas sogas de agua
Abrumado por esta lluvia de alfileres
El hombre se zambullía en el hocico de la bruma
Lo vimos permanecer suspendido entre los labios del torrente
Como un espantapájaros.
Y luego
Dios se puso a vomitar su resaca.
Llovía sangre
Llovía pena
Llovía café en Macondo
Llovía trago puro sobre la misma lluvia.
Al fin
Fusilado por la lluvia
Lo vimos atado por las cuerdas del diluvio
En pleno centro de la sábana blanca del siguiente día
Tal un charco de nube en carne y hueso.
De su boca arrancamos un poema muerto.
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